jueves, 10 de septiembre de 2015

“¿Señora o Señorita?”: Cómo el lenguaje sexista perpetúa las desigualdades de género. Por Víctor Guillou Vásquez


Las alemanas se cansaron de la distinción que marca su estado civil. Hace algunos años comenzaron un cambio social para ser reconocidas como mujeres a las que no les falta nada ni nadie para considerarse plenas. El lenguaje es sexista, pero ¿cómo lo cambiamos?

“El lenguaje construye realidades”. Esa simple frase puede resumir la importancia de considerar adecuadamente las palabras que cada uno usa en la vida cotidiana. Sobre todo, si uno no está dispuesto a perpetuar las inequidades de género con las cuales convivimos, y donde las mujeres son las principales afectadas.
“¿Señora o señorita?”. Esa simple pregunta, que puede tener la cordial intensión de querer conocer el estado civil de una mujer, gatilló un profundo cuestionamiento en otras latitudes respecto de lo sexista que puede ser el lenguaje.
Fue en Alemania, hace ya algunos años, cuando las mujeres feministas comenzaron a exigir que no hubiese tal distinción. ¿La razón? La mujeres no necesitan de nada ni nadie para ser plenamente mujeres, menos de un hombre (o un marido).
“Qué exageradas”, podrán pensar algunos. Pero basta con detenerse a pensar sólo dos segundos para darse cuenta que a ningún hombre se le pregunta si es “señor o señorito”. 
El cambio paulatinamente ha ido permeando sobre todo a las generaciones más jóvenes, pero aún no termina de extenderse hacia todos los alemanes, y menos hacia otros países y sus respectivas lenguas.
Así lo explica Claudia Vera, licenciada en Alemán, que destaca el dinamismo del idioma. “Yo viví hace 24 años allá y he notado lo dinámico que es  el lenguaje. Cuando voy, llego con el bagaje de cuando vivía allá, y al llegar te encuentras con modificaciones y formas que no se usan, que denotan otras épocas”, afirma.
“Antes se hacía la distinción entre frau y fräulien -señora y señorita respectivamente- y me explicaban que el cambio se hizo a raíz de movimientos feministas principalmente”, comenta respecto del cambio, y explica que fräulien es sinónimo de mujercita. O sea, un diminutivo más potente aún simbólicamente.
“El ser casada o  no tuvo una relevancia que en la sociedad actual ya no vale”, asegura Vera, y explica que “Alemania es un país que está bastante atento al tema de hacer efectivo el estado de derecho, de cumplir con los derechos de las personas. Y cuando emergen estas demandas y reivindicaciones sociales, son temas que se discuten, los medios los abordan y se instalan en debate público. Así la gente reflexiona más críticamente y allá los medios aportan mucho en eso. De repente acá nos quedamos cortos en eso”.
Vera, que por su trabajo sigue muy ligada al país germano, cuenta que notó el cambio gracias al continuo paso voluntarios alemanes que viajan a Chile para trabajar en la Fundación Anide. “Esto es más notorio en las nuevas generaciones. Los jóvenes de ahora ya no hacen esa distinción”, indica.

Más allá de las formalidades
La distinción entre señora o señorita puede ser anecdótica, pero refleja una concepción social de género que normalmente no se discute. Tanto en Chile como en cualquier país de habla hispana, la dificultad puede recaer en que no existe un término “neutro” en cuanto al género.
En cambio, los países de habla inglesa lo tienen solucionado hace un buen tiempo. Si bien existen las palabras Misses (Mrs.) y Miss para hacer la diferencia entre una mujer casada y una soltera, en Estados Unidos durante los años 70 se empezó a usar Ms. No es considerada como una abreviación, sino más bien un término neutral, ya que se decidió que precisamente el estado civil de las mujeres no era relevante para una interlocución, tal y como sucede con los hombres.
Sin embargo, en el español, existen otros usos del lenguaje que denotan otras prácticas fuertemente relacionadas al machismo.
Para Francisco Aguayo, investigador en Masculinidades y Paternidades, el referirse a una pareja femenina como “mi señora”, corresponde a un uso más coloquial, marcando un sentido más de propiedad que del tecnicismo respecto del estado civil. Sin embargo, apunta que mayoritariamente las mujeres hablan de “su marido” cuando están casadas, pero pocas usan “mi hombre”.
El director de EME apunta que los usos cotidianos del lenguaje coloquial dan cuenta de concepciones machistas más enraizadas en la sociedad, sobre todo cuando se refiere el comportamiento sexual de las personas. “Un hombre que conquista varias mujeres, aunque tenga una pareja estable y sea infiel, sube en la valoración de sus pares. Se puede valorar que él tenga esa conducta. En cambio, en el caso de las mujeres es extraordinariamente castigada una conducta sexual ejercida libremente, tal como lo pueden hacer los hombres, y ahí es donde vienen categorías como perra, maraca, suelta, etc. Hay un trato en el lenguaje extremadamente diferenciado respecto de las mismas conductas entre hombres y mujeres y que es absolutamente discriminatorio y sexista”, afirma el también psicólogo clínico.
Para Aguayo, el simple uso de “el hombre” para referirse al ser humano denota una categorización marcadamente machista, y recuerda también los usos de títulos profesionales como abogado o médico, en los cuales su uso en femenino no es aceptado institucional y profesionalmente. “Creo que se minimiza el efecto del lenguaje. Claro, la tradición en el uso del lenguaje tiene su peso, pero se usa ese argumento para mantener el lenguaje sexista”, indica el investigador.
El psicólogo recuerda además las recomendaciones realizadas por la Real Academia de la Lengua respecto del uso del “las/los” para economizar el lenguaje. “El tema es que no tenemos alternativas en el español para referirnos a ambos géneros. Y como no hay, están estos usos de equis, de arrobas y el las/los. Pero la RAE mantiene el masculino como el genérico para los dos géneros y eso no parece adecuado. Imagino irá a cambiar con el tiempo, porque hay críticas. Lo complicado es que lo sacan en documento oficial y después la gente dice que lo hace porque la RAE así lo estipula, pero me parece que la RAE está actuando de un modo muy sexista”, asegura Aguayo.

El investigador en género apunta a que incluso en las preguntas que se le hacen a las mujeres que llegan a ser autoridades de gobierno se muestra el machismo en la sociedad., y recuerda una entrevista realizada a la actual presidenta Michelle Bachelet cuando fue electa por primera vez. “Un periodista le preguntó cómo iba a conciliar el trabajo con la maternidad, y ella muy inteligentemente elige no responder la pregunta porque esa pregunta a un presidente hombre no se la hacen, y me pareció genial”, relata el psicólogo.
El lenguaje es muy normativo y presiona fuertemente hacia la heteronormatividad, hacia ser heterosexual y la idea de una familia tradicional. No se tolera que haya familias o parejas que no sean heterosexuales, o personas que decidan vivir solas o no tener hijos. Toda esa diversidad de posibilidades es sancionada en el lenguaje”, concluye Aguayo.
El complejo proceso de adaptación del lenguaje español a los cambios de sus sociedades ha dado pie para una discusión que de nueva tiene poco, pero de controversial bastante. Basta con mirar cómo algunos defensores de la RAE tildan de “moda” los intentos por acomodar el lenguaje oral y escrito a los nuevos tiempos, y hacerlo menos sexista. Claramente aún falta mucho por avanzar.

Fuente: http://eldesconcierto.cl/senora-o-senorita-como-el-lenguaje-sexista-perpetua-las-desigualdades-de-genero/