miércoles, 15 de febrero de 2012

Comisarías para mujeres en Nicaragua

Por: | 15 de febrero de 2012
Por Mónica Hernández

Cartel de una campaña por la igualdad en Nicaragua. MÓNICA HERNÁNDEZNicaragua se sube al exiguo carro de países latinoamericanos que tipifican la violencia de género contra la mujer como feminicidio. México o Perú son otros ejemplos. A partir de ahora, “matar a una mujer en el marco de las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres, ya sea en el ámbito público o privado...” se llama feminicidio y va a estar penado hasta con 30 años de cárcel. Esto supone, al menos, elevar las penas para agresores y homicidas con la aprobación de la nueva ley.

En un país como Nicaragua, con cinco millones de habitantes, sólo el año pasado fallecieron en torno a 70 mujeres por violencia machista (una cifra similar a la de España) y sólo cuatro de los asesinos fueron apresados (en pocos países latinoamericanos se conoce a ciencia cierta el número de víctimas de estas agresiones).

Las más de sesenta asociaciones de mujeres con las que cuenta el país centroamericano han celebrado la aprobación de esta ley con júbilo aunque no lo consideran una victoria total sino un paso más en la lucha por los derechos humanos de la mujer. En una década han muerto unas 800 féminas nicaragüenses por violencia machista.

Nicaragua es un país donde está muy arraigada la cultura patriarcal y los casos de abusos a mujeres fuera y dentro de la familia son frecuentes, así como la maternidad antes de los dieciocho años y el posterior abandono a la joven. Además está penalizado el aborto terapéutico (sólo un 2% de los países penalizan esta práctica, según Amnistía Internacional).

Con todo, es de los pocos países donde existen promotorías y comisarías de mujeres. Con las primeras, se nombran mujeres como promotoras de barrio en el ámbito de lo urbano y promotoras de lo rural en los pueblos. Son voluntarias que han padecido la violencia. Se encargan de ir a las casas de las víctimas a darle seguimiento al proceso de denuncia, para instar a las mujeres para que no se retracten de las quejas. En caso de abuso o denuncia, entran en juego las comisarías de la mujer. Desde que en 1991 se hizo un proyecto piloto, hasta la fecha, hay 59  de estas comisarías especializadas en todo el país. Ahora han empezado a ser móviles, sobre todo en los pueblos. Son instancias policiales cuya jefatura está en manos de mujeres policías, con participación de psicólogas, médicas, trabajadoras sociales y de las propias promotoras de mujeres. El número de mujeres que atienden crece como la espuma: desde las 48.846 de 2004 hasta las 149.235 en 2010 y más de 160.000 el año pasado. Sin embargo, a las víctimas les cuesta denunciar: de las atendidas en 2010, solo el 23% dio el paso de denunciar.
La pobreza, la desigualdad, el analfabetismo, la violencia intrafamiliar y la falta de acceso a los servicios básicos y la justicia complican el desarrollo de la mujer nica. Lidia, una treintañera licenciada, me cuenta que los malos tratos están incrustados en la sociedad. “Yo lo he visto toda la vida en mi familia”, dice. “Toda la vida mi madre nos ha enseñado que la mujer ha de estar sometida al hombre”. Son patrones que pasan de generación en generación. “A mí mi madre me quita la razón delante de mi marido como algo normal, pero el caso de mi hermana, licenciada en económicas, es más flagrante. Lleva casada 18 años y su marido se emborracha con frecuencia y se va con prostitutas. Cuando mi hermana le cuenta eso a mi madre, ella responde: mujer es que tú eres muy impulsiva, relájate y déjale que disfrute, que para eso es el hombre”. Asegura que su hermana no se separa por los hijos que unen a ambos, porque quién sabe qué destino les espera, pero también afirma que muchas mujeres no se separan por el qué dirán.
Esto ocurre en las ciudades. En el campo, es frecuente que las adolescentes busquen el embarazo rápido para encontrar así un hombre que las mantenga. Pero el chico, en la mayoría de los casos, desaparece tras dejarlas encintas. En ese caso, estas niñas madre se quedan viviendo con los padres y en ocasiones, tras los abusos paternos viene el aprendido sometimiento al marido. “Si toda la vida mi padre ha hecho conmigo lo que ha querido y es mi padre, ¿por qué no lo va a hacer mi marido?” me cuentan algunas de estas niñas-madre.
Para cambiar estas pautas, existen más de sesenta asociaciones de mujeres por todo el país. En Granada, una de las más importantes, la Claudia Chamorro, realiza cursos de informática, belleza, corte y confección, técnico-laboral, etc … son salidas para que la mujer se sienta útil y pueda salir de casa a ganarse un dinero y no ser completamente dependiente del hombre. Lesbia, una de las directoras, asegura que el hecho de que el hombre sea el único en aportar dinero al núcleo familiar, hace que la mujer se sienta en muchas ocasiones inferior y considere que ser abusada es, hasta cierto punto, lógico. Por eso, asegura, “el objetivo de todas las asociaciones es uno: aumentar la autoestima. Hacer ver a la mujer que vale y que no tiene que aguantar nada por el hecho de no saber hacer más que cuidar la casa y los hijos”.
Una de las ONG’s más importantes del país, INPRHU (Instituto de Promoción Humana), que promueve la igualdad de oportunidades, la participación ciudadana y la promoción de los derechos fundamentales de las familias vulnerables tanto en el ámbito urbano como en el rural, está consiguiendo, sobre todo con dinero de cooperación española, no sólo erradicar muy lentamente el machismo entre los indígenas chorotegas, del norte del país, sino dar hilo a la cometa de las mujeres para que ellas mismas, por su propio pie, sepan salir de casa y valerse por sí mismas. Su directora, Gladys Cáceres está convencida de que “nada está escrito en piedra”.
Con ella visito a doña Felipa en Totogalpa, zona montañosa del norte de Nicaragua. Viuda de guerra, Felipa vive en su pequeña casa con sus hijos y algunos animales. Al terminar la guerra, los hombres que sobrevivieron regresaron de luchar de las montañas y se encontraron un fenómeno: la mujer había ganado autonomía. Necesitadas de ejercer de hombres y mujeres, muchas se hicieron fuertes y al regreso, el hombre tuvo que luchar por recuperar su rol. Otros no volvieron y sus viudas continúan siendo un ejemplo de empoderamiento. Felipa, que ha sido alcaldesa de su comunidad, dirige ahora un colectivo de mujeres a los que se les ha enseñado a salir de casa, a trabajar y ganar dinero. Son la Comunidad de El Jobo. Antes eran campesinas dependientes de sus maridos. Ahora introducen cultivos y el INPRHU les enseña a procesar productos, frutas y verduras, para vender.
El dinero que sacan de los mercadillos lo destinan a las necesidades propias de cada una. Igual ha ocurrido con Norma López y cinco mujeres más de su misma familia, que, un día, cansadas de estar atendiendo la casa, pidieron un crédito a INPRHU para comprar una tostadora de café. “Aquí por ser mujeres los bancos no nos dan dinero, no tenemos ninguna propiedad a nuestro nombre y por tanto no podemos ofrecer garantías”, cuenta Norma. En seis meses amortizaron el crédito“Nosotras podemos también salir de casa a ganar dinero, con esto lo demostramos. Ya no estamos tan sometidas a los hombres, no pueden hacer lo que quieran con nosotras”, añade Gertrudis.
En San José de Palmira, Gladys me presenta a unas campesinas muy particulares, mujeres sin casa fija que hasta ahora se ofrecían por los pueblos como mano de obra para lavar ropa, cortar café, etc. y a las que ahora se les ha enseñado a elaborar pan, cerámica o coser y a partir de este próximo mes de mayo van a ser guías de turistas. Las más adultas son viudas de guerra. Las más jóvenes niñas madre. Se les ha construido una comunidad dirigida a mujeres con panadería, comedor y se han acondicionado las viviendas de las pobladoras para que puedan alojar turistas de todo el mundo y estos puedan participar en esos procesos artesanales como tostar café, cortar y cocinar verduras, hacer tortillas de maíz....

Sonia, María y Yasmina hacen tortillas de maíz sin parar. Todas rondan los veinte años y han vivido ya varias vidas. Dos de ellas son madres solteras. Mercedes y María son costureras. Sus niños están sentados con ellas mientras cosen. Están encantadas con este proyecto. Quién se lo iba a decir.
“Pero la autoestima no sólo se trabaja con la mujer”, me dice Gladys, “hay que reunirse también con los hombres y hacerles ver que ellos también pueden y deben hacer tareas de la casa, cuidado de los hijos y que sus mujeres no deben estar sometidas a ellos sino que son capaces de todo. La mujer hace más de treinta actividades al día y el hombre sólo se dedica al campo. A ellos les hacemos conscientes de este aporte de la mujer”.

Y así, conozco a Francisca, en San Lucas, en la comunidad rural de El Porcal. Casada con Enrique, tienen tres hijos. Son una familia pobre del norte montañoso de Nicaragua que como propiedad tiene su casita con un solar de una manzana. Ambos me dan un ejemplo de dignidad e inteligencia.
A Enrique le cambió la vida el día que se sentó a conversar con su familia y supo que sus dos hijas soñaban con estudiar para cambiar la situación en la que vivían aunque él pensaba que ya sabían suficiente. Su pequeño, sin embargo, expresó el deseo de sembrar frijoles como su padre.
Poniendo en común sus sueños y buscando las maneras de mejorar su situación, Francisca y Enrique empezaron a cambiar su vida. “Gracias a INPRHU ahora voy a por agua, cosa que antes hacían las mujeres, traigo leña, muelo maíz… tareas de mujer, pero es que me he dado cuenta que hay que dar a la mujer un espacio propio para que se desarrolle. La clave está en el equilibrio” afirma Enrique, que ronda los cuarenta años. Ahora esta pareja instruye en estas lides a la gente de su comunidad.
Francisca ha mejorado su autoestima. “La pobreza está en la cabeza”, asegura. Se consideran una familia feliz llena de riquezas y bendiciones. Sus tres hijos han dado a luz a siete nietos y la casita de una pieza ahora es una casa digna. Les mereció la pena soñar.

viernes, 3 de febrero de 2012

El feminicidio, sus causas y significados*


Un análisis con enfoque social sobre la
violencia contra las mujeres en América Latina
Mariana Carbajal www.diarioavanzada.com.mx
Avanzada no.3 Enero 2012 pp. 2-5

Marcela Lagarde es una de las académicas feministas más reconocidas de México. Etnóloga y doctora en antropología, encabezó desde la Cámara de Diputados, donde ocupó una banca, una ampliainvestigación sobre los asesinatos demujeres en Ciudad Juárez -denunciadosa nivel internacional- y luego extendióel relevamiento a todo el territorio mexicano. Y fue más allá, también indagó el fenómeno en Guatemala y España, con un enfoque analítico-social,cultural y político. En una entrevista conPágina/12, Lagarde detalló los hallazgosdel estudio sobre estos crímenes o feminicidios -como prefiere llamarlos-,
la expresión más cruenta de la violenciade género. “Encontramos que no era unproblema de unos raros que mataban enJuárez sino que es un problema de laconvivencia de género en México”,
precisó. “En las regiones donde haycrímenes contra mujeres hay otrasformas de violencia contra las mujeresque están presentes en la vida social, deforma constante, tolerada socialmente
y por las autoridades, que crean unclima de impunidad. El procurador dejusticia nos dijo que el 65 por ciento delas niñas y mujeres asesinadas habíanpresentado denuncias de violencia”,
detalló la investigadora. Y lanzó unahipótesis ante una pregunta de estediario: “Es muy probable que si se
investiga el mismo tema en Argentina, se encuentren cosas como las que yoencontré”.

Lagarde estuvo en Buenos Airespara dictar un seminario en elPrograma Posdoctoral en Estudios deGénero, que dirige Mabel Burin en laUniversidad de Ciencias Empresarialesy Sociales (UCES). Es profesora de losposgrados de antropología y de sociologíay del Diplomado en Género y Desarrollode la Universidad Nacional Autónoma de México, entre tantísimos cargos académicos. Y también colaboradora de
grupos y redes feministas, centros e institutos de la mujer en México, América latina y España, Unifem, laOrganización Panamericana de laSalud, de organismos de la cooperacióninternacional y de secretarías de lamujer, de sindicatos y partidos políticos. Entre 2003 y 2006 fue diputada federal por el Partido de la RevoluciónDemocrática. Y desde ese ámbito legislativo presidió una comisión especialpara investigar los feminicidios en México y promovió la Ley General deAcceso de las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia y la introducción de la figura de feminicidio en el Código Penal Federal.

Aquí, se transcribe un extracto de la extensa charla que mantuvo conPágina/12.

—¿En qué consistió su investigación sobre los crímenes de mujeres enMéxico?

—Lo que hice fue, usando el poder que tenía como diputada, convocar a las autoridades judiciales a explicar qué pasaba en el país. Es la primera vez que tenemos resultados sobre todo el país,
en torno de homicidios dolosos y culposos de mujeres. Investigué desde 1998 hasta2004.

—¿Cuáles fueron sus principales conclusiones?
—En primer lugar, averiguamos que en México no sólo hay crímenes violentos contra mujeres en Ciudad
Juárez, sino que también los hay en otras ciudades del país. La denuncia de parte del movimiento de mujeres y de derechos humanos acerca de la impunidad que ha acompañado los feminicidios en Ciudad Juárez ha dado la vuelta al mundo. En todas partes a mí me preguntan por qué matan mujeres en Ciudad Juárez.
Ciudad Juárez es un municipio de un millón y medio de habitantes, forma parte del estado de Chihuahua. En el año 2004, todo el estado de Chihuahua ocupó el sexto lugar en el país en cuanto a la tasa de homicidios de niñas y mujeres,
—¿¡El sexto lugar!?
—Sí, la primera en caerse de espaldas fui yo porque no sabía que en otros lugares del país la tasa era mucho más alta que en Ciudad Juárez, pero como no había protesta, no había familiares organizados, no había un movimiento que acompañase la tragedia, nadie lo sabía. En realidad, encontramos que no era tan excepcional y tan raro lo que pasaba en Juárez.
Había corrido mucha tinta para explicar los crímenes contra mujeres de forma criminalística, pero se había hecho poco análisis social. Como comisión especial para investigar el feminicidio en México fuimos a buscar
las causas y encontramos cosas muy interesantes: que en las regiones donde hay crímenes contra mujeres hay otras formas de violencia contra las mujeres que están presentes en la vida social, de
forma constante, tolerada socialmente y por las autoridades, que crean un clima de impunidad. Las mujeres
denuncian un clima violento contra ellas, las autoridades no responden y las mujeres quedan en mayor riesgo. Y finalmente, en muchos de los casos son asesinadas. El procurador de justicia nos dijo que el 65 por ciento de las niñas y mujeres asesinadas habían presentado denuncias de violencia.
—Es un porcentaje altísimo...
—Sí. Son mujeres que no fueron escuchadas, cuyas vidas no fueron protegidas por el Estado y que entonces quedaron en mayor riesgo frente a los agresores. Lo que quiero decir con esto es que encontramos una relación muy importante entre formas de violencia degénero aceptadas por la sociedad y los crímenes de mujeres, vimos también que el machismo y la misoginia instalados en las instituciones hacen que las autoridades desvaloricen la problemática, y no le den importancia.

En México hay un clima de enorme violencia, sobre todo delictiva. Hay ajusticiamientos por parte del crimen organizado en muchas ciudades del país, hay una problemática grave de violencia en la que las víctimas son hombres asesinados por hombres. De tal manera, que cuando yo como diputada iba a
preguntar sobre los feminicidios, me decían: “Pero qué importa, es menor la cantidad de mujeres asesinadas que la de hombres”. Entonces tenía que explicarles que no sólo se trata de números, que la mayor parte de esas mujeres y esas niñas muertas eran mujeres de paz, es decir, no estaban involucradas en hechos delictivos, no estaban haciendo cosas fuera de la ley, eran mujeres comunes y corrientes, jóvenes, estudiantes muchas de ellas, comerciantes otras, trabajadoras pobres, obreras, niñitas en edad escolar
y también ancianas muy aisladas en sus casas, hay una gama de edades de las víctimas, de clases sociales, de regiones del país donde esto ha sucedido. La verdad es que una vez que obtuvimos esta información a mí me cambió la perspectiva que tenía cuando empecé a investigar el tema. Con el movimientode mujeres y feminista llevábamos más de diez años denunciando los crímenes de Ciudad Juárez.
—¿Cuál era su perspectiva antes de
la investigación?
—Que los feminicidios sucedían sólo en Juárez, como todo el mundo cree.
—El patrón común que encontraron fue la violencia de género y no que había mafias detrás de esas muertes...
—Exacto. La otra explicación criminalística hablaba de asesinos seriales, había todo tipo de hipótesis,
quienes planteaban de una manera bastante xenófoba que se trataba de estadounidenses que cruzaban las
fronteras, asesinaban a mujeres y regresaban a su país; otros que eran inmigrantes que venían de Centroamérica. Todas las hipótesis siempre son de que alguien ajeno asesina mujeres, alguien perverso,
alguien con un cuadro psiquiátrico.
—Pero los asesinos son hombres comunes...
— H o m b r e s comunes, la mayor parte conocidos de las víctimas, parientes, esposos, novios, ex
esposos, padres, hermanos, vecinos, amistades, familiares, o compañeros de trabajo o escuela, o desconocidos.
Algunas mujeres han sido víctimas de las mafias, pero son un porcentaje chiquitito. La mayor parte de mujeres y niñas asesinadas en todo el país, y en Juárez también, fueron muertas por conocidos en grado distintos. Esa es una pauta importante que obtuvimos.


Otra constante encontrada en todo el país fue la actuación inadecuada de las autoridades. Hay una gran impunidad en todos los delitos cometidos contra las mujeres. Cuando las mujeres acudimos en México solicitando la vigencia de alguno de nuestros derechos recibimos maltrato y discriminación en los servicios de salud, educativos, en la justicia, como en otras partes del mundo.
—También investigó los feminicidios en Guatemala y en España. ¿Qué similitudes y diferencias encontró con
México?
—Los elegí porque son tres países con distinto grado de desarrollo.Guatemala, además, es un país de
posguerra, donde todavía no está cerrada la violencia tras los acuerdos de paz, donde hay más de un millón de hombres armados y donde hay una impunidad total en relación con estos y otros crímenes. Como primera conclusión, encontré que a menor democracia, mayor violencia; a menor desarrollo, mayor violencia; y ante la precariedad de la paz, hay una violencia mucho más abierta hacia las mujeres como
ocurre en Guatemala. Hay una mayor tasa de homicidios de mujeres, es decir, por cada 100 mil habitantes mujeres, en Guatemala que en México y que en España.
—De todas formas, es alto el número de feminicidios en España...
—Sí, el número es elevado: ya van más de sesenta y pico de mujeres asesinadas en España en este año(2011) por sus parejas o ex parejas. La ley que aprobaron sólo remite a los crímenes de las mujeres cometidos por las parejas como si solo hubiera esos asesinatos. No tienen un estudio más abierto,
incluyendo otras relaciones. Pero lo que tienen en común es que todos están asociados con violencia de género, que es lo que la gente da por descartado. La gente no se pregunta qué tiene que ver que sean mujeres las asesinadas. Y nosotros precisamente partimos de ese hecho: la mayor parte de las niñas y
mujeres asesinadas comparten una situación de discriminación en los tres países, aunque en grado distinto: eso es lo común. Y luego, se profundiza en cada país, con la agudización de otras condiciones de exclusión. Hay un mayor número de mujeres pobres asesinadas, pero eso no quiere decir que no haya mujeres de las clases altas acomodadas que hayan sido víctimas de homicidios de género: también las hay, por hombres
de su misma clase o víctimas de secuestros para chantajearlas o sacarles dinero como hay casos en Guatemala y México. En México, sobre este aspecto se sabe poco porque hay un secreto policial en torno de los secuestros de personas adineradas.
—¿Por qué un secuestro es considerado un feminicidio?
—Porque las escogen por ser mujeres. Como víctimas, dicen los secuestradores, son más fácilmente
reducibles a través de la fuerza y la violencia, presentan menos problemas durante el cautiverio que los hombres. Pero son un porcentaje mínimo.
—¿Qué hay detrás de las muertes? ¿Hay odio?
—Hay muchas interpretaciones. La discriminación contra las mujeres que prevalece en nuestros países va
acompañada por una gran desvalorización de las mujeres, que la escuchamos pero ya ni la oímos: se hacen
chistes y comentarios sobre la incapacidad de las mujeres, luego se toman algunas mujeres para cebarse
sobre ellas, y con eso se alimenta la misoginia contra todas. Pero no es sólo la misoginia, sino el lugar de colocación de las mujeres en la sociedad lo que se junta con la misoginia y hace que las mujeres estén en riesgo de recibir violencia. Incluso se acepta que haya un grado de violencia conyugal. Se habla de los pleitos conyugales, “se pelearon”, se dice, pero no se analiza que hay una desigualdad entre quienes se pelearon, que hay una relación de género, que hay un poder. A los hombres además se les permite ser violentos, en rangos y grados distintos. Las masculinidades prevalecientes todavía están cargadas de
violencia, que tiene que demostrarse a través de los deportes, las competencias rudas, la política y ya en el ámbito de la delincuencia, a través de los delitos. En todo este cuadro complejo de convivencia entre los géneros es donde se gesta la violencia sobre todo de hombres contra mujeres. Eso también lo confirmamos:
la mayor parte de los crímenes son cometidos por hombres.
—¿Y quedan impunes?
—Varía mucho en México la impunidad. Hay lugares en que alcanza el 80 por ciento de los casos. Como parte de estas investigaciones, a través de las cuales pusimos sobre la mesa que no era un problema de unos raros que mataban en Juárez sino que es un problema de la convivencia de género en México, propusimos un cambio legislativo importante: modificar la política de los gobiernos de los estados mexicanos en esta materia. Con otras legisladoras hicimos una alianza magnífica y elaboramos una Ley General de Acceso
de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.
—¿Cuáles son sus alcances?
—Es una ley para enfrentar todas las violencias de género contra las mujeres incluyendo los crímenes
violentos. Si no se atacan las causas y todas las modalidades y tipos de violencia, es absurdo empezar por la
punta del iceberg que es por donde estábamos empezando. Estábamos empezando por los crímenes visibles y sobre todo los famosos. Ahora, al plantearnos la ley, nos planteamos que es un problema general de nuestra sociedad y que el Estado es responsable de garantizar la seguridad y la vida de las mujeres, cosa que no estaba dicho específicamente en ninguna ley. Esta ley es vanguardista, es la única en México que tiene a las mujeres como sujetos de la ley y armoniza instrumentos internacionales muy importantes, como
la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw por su sigla en inglés) y otro magnífico, que es americano nada más y el único que hay en el mundo para erradicar la violencia contra mujeres, que es la Convención de Belem do Pará. Y tiene otras cosas importantes: pone mucho énfasis en la prevención de la violencia y que por todo lo que investigamos tiene que ver: primero, con eliminar la desigualdad entre mujeres y hombres; segundo, lograr la incorporación de las mujeres que están excluidas, marginadas, que no tienen acceso a la educación, al trabajo, a la salud, a esos mínimos de
desarrollo para lograr que las mujeres estemos en mucho mejores condiciones incluso para defendernos, para exigir nuestros derechos, para no asumir que cualquiera puede maltratarnos y eso está bien.
—¿Qué cree que se encontraría en Argentina si se investiga en profundidad los crímenes contra las mujeres?
—Es muy probable que si se investiga, se encuentren cosas como las que yo encontré. Para mí era inaudito
pensar que en algunos estados que en México son considerados paraísos maravillosos de calma y paz era donde más crímenes contra mujeres se cometían.

* Texto publicado en el periódico
argentino “Página 12” el 25 de noviembre
de 2007. Tomado del periódico feminista
digital “Mujeres en red”, de la dirección
electrónica http://www.nodo50.org/
mujeresred/spip.php?article1228