«El Día Internacional de la Madre Tierra nos brinda la oportunidad de reafirmar nuestra responsabilidad colectiva de promover la armonía con la naturaleza en un momento en el que nuestro planeta se encuentra amenazado por el cambio climático, la explotación insostenible de los recursos naturales y otros problemas creados por el hombre. Cuando creamos amenazas para nuestro planeta, no solo ponemos en peligro el único hogar que tenemos sino incluso nuestra futura supervivencia. Celebremos este Día Internacional renovando nuestra promesa de honrar y respetar a la Madre Tierra.»
Mensaje del Secretario General, Ban Ki-moon
La Madre Tierra es una expresión común utilizada para referirse al planeta Tierra en diversos países y regiones, lo que demuestra la interdependencia existente entre los seres humanos, las demás especies vivas y el planeta que todos habitamos. Por ejemplo, en Bolivia la llaman «Pacha Mama» y nuestros ancestros en Nicaragua se referían a ella como «Tonantzin».
La proclamación del 22 de abril como Día Internacional de la Madre Tierra supone el reconocimiento de que la Tierra y sus ecosistemas nos proporcionan la vida y el sustento a lo largo de nuestra existencia. También supone reconocer la responsabilidad que nos corresponde, como se expone en la Declaración de Río de 1992, de promover la armonía con la naturaleza y la Tierra a fin de alcanzar un justo equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y ambientales de las generaciones presentes y futuras.
Reconociendo que la Madre Tierra refleja la interdependencia que existe entre los seres humanos, las demás especies vivas y el planeta que todos habitamos, la Asamblea General declaró el 22 de abril como Día Internacional de la Madre Tierra para destacar la necesidad de ayudar a mejorar las vidas de los niños y los adultos que sufren del desorden para que puedan llevar una vida plena y significativa.
Hambre, conflictos, sequías, encarecimiento de precios de los alimentos, escasez de recursos naturales, gasolinazos, degradación de los suelos. ¿Qué tanto ha hecho el mundo, estamos ganando la guerra contra el calentamiento global?
Para Elwyn Grainger-Jones, director de la división de medio ambiente y cambio climático del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la respuesta es: “No. Para nada estamos ganando esta guerra. Sólo basta con mirar los números”, aseveró el directivo.
Pese a las metas fijadas por los países para reducir las emisiones de carbono, en 2010 se registró el incremento más alto de éstas y ya se ha perdido aproximadamente 75 por ciento de la diversidad genética de las cosechas, lo que hace dudar sobre el verdadero compromiso de las naciones en cumplir estos objetivos.
Francisco David Silva, asesor de América Latina y el Caribe, del FIDA, considera que la respuesta que algunos países utilizan no es eficiente por ser temporal y combatir únicamente los síntomas de algo más grande, que es la pobreza, ya que la solución sería la inversión en pequeños agricultores y no en la entrega de alimentos ni su producción en cantidades industriales.
El experto puso como ejemplo el uso del Ejército para contrarrestar la violencia del narcotráfico en algunos países como Colombia, Brasil y México, pues consideró que los conflictos armados internos son producto de la pobreza y la desigualdad social, por lo que estas estrategias son solamente “soluciones cortoplacistas que ayudan a políticos a ganar los votos para las siguientes elecciones”, aseveró el experto.
“Sin duda, la pobreza provoca (los conflictos) porque la gente pobre puede ser manipulada más fácil y el ejemplo en Latinoamérica es la compra de votos”, dijo.
“La gente vota, pero mucha vende su voto por necesidad”, sentenció.
En tanto, Grainger-Jones señaló que para 2050 la tierra alcanzará los nueve mil millones de habitantes, por lo que la producción de alimentos tendrá que aumentar 70 por ciento.
En la actualidad, aproximadamente 1.3 por ciento de los siete mil millones de habitantes, ya han sufrido las consecuencias de la sobreexplotación agrícola, deforestación y sobrepesca que se han agravado aún más con los cambios climáticos extremos y se necesitan respuestas más rápidas.
Para alcanzar estos objetivos Naciones Unidas ha propuesto el uso de semillas transgénicas (biotecnología) que está convirtiéndose en una de las alternativas para combatir el hambre en el mundo, debido al aumento de riesgos y los cambios climáticos extremos.
“La ciencia convencional no puede dar un maíz que sea totalmente resistente a las sequías, se tiene que utilizar otro método, y cuando se llega a ese punto, entonces se habla de transgénicos. Las medicinas para humanos los contienen y con las medicinas nunca nadie se ha quejado”, señaló a Excélsior Kanayo F. Nwanze, director del FIDA en un encuentro en su sede en Roma.
Sin embargo, para Emile Frison, director de Biodiversity International, el problema que algunos países, como México, están teniendo es fijarse más en la producción y no en las consecuencias del uso de transgénicos, criticando la propuesta de Bill Gates, realizada hace unos días, de invertir en biotecnología para aumentar la producción, ya que los transgénicos están acabando con la biodiversidad.
Frison habló de la importancia de contar con una diversidad de alimentos para una dieta rica, ya que el consumo de sólo un cierto tipo de cosechas ha sido la causa directa de obesidad en algunos países.
“Se necesita incrementar la productividad, dijo, pero debemos hacerlo de manera que no haya impactos negativos en nutrición y obesidad que están creciendo exponencialmente”, puntualizó.
Yuritzin Flores Puig, gerente de campañas de OXFAM México, aseguró que el problema en este país, es la falta de variedad en la oferta de la comida que consumimos y señaló que México es el paraíso de los monopolios debido a la falta de regulación de estas leyes.
A pesar de que en Estados Unidos, países de Europa, Japón, entre otros, han prohibido el uso de transgénicos en comida para el ser humano, existen empresas que exportan estos alimentos modificados a países con leyes menos restrictivas para aumentar sus ganancias.
“Hay empresas que desarrollan semillas de altísima calidad, pero que hay que comprarlas cada vez que se necesitan –es decir, que no se pueden sembrar más de una vez—”, dijo Silva.
“Eso no sirve para la población rural pobre que no puede darse ese lujo desde el punto de vista financiero y comercial de depender de la distribución de la semilla”, explicó.
“Hay de semillas a semillas y ésta que no se puede cultivar otra vez es la semilla privada que fue modificada para obligar a comprar la semilla cara. No todas son así, sólo las privadas, semillas de EU”, sentenció.
Esto puede convertirse también en un peligro para la estabilidad política, ya que ha sido justo la escasez de recursos naturales la que ha provocado grandes conflictos en el mundo, por lo que para Geenpeace, dejarlo en manos de multinacionales que sólo buscan el beneficio a través de sus inversiones en tecnología y de las patentes, sería un atentado contra la soberanía alimentaria.
En algunos países africanos la situación luce menos alentadora, pues un gran número de naciones como el Congo y Liberia, se han puesto en venta o renta sus tierras para cultivos extranjeros.
“El conflicto es más probable cuando el desarrollo no llega a los más vulnerables. El hambre es la madre de la guerra”, dijo Andrea Riccardi, ministro de Cooperación Internacional italiano, durante una reunión de la FIDA.
La agricultura es la más golpeada
De acuerdo con datos de Greenpeace es la escasez de recursos naturales lo que ha provocado grandes conflictos en el mundo
- Sólo diez multinacionales controlan casi 70 por ciento del mercado mundial de semillas, lo que significa que los agricultores tienen poca capacidad de elección.
- Los cultivos transgénicos no alimentan al mundo. 99.5 por ciento de agricultores y agricultoras no los cultivan.
- La agricultura industrial usa fertilizantes sintéticos y agroquímicos que contaminan nuestros suelos y aguas, recursos necesarios para producir alimentos sanos ahora y en el futuro.
- El excesivo uso de fertilizantes de síntesis en la agricultura industrial contribuye al agravamiento del cambio climático.
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