México, DF, 9 may 11 (CIMAC).- E1 deseo “natural” de procrear puede ser el deseo de reafirmar la propia femineidad, de rejuvenecer, de unirse a un compañero, de llenar el hueco dejado por hijos mayores o de asegurarse una vejez acompañada, sostiene Marta Lamas, investigadora del Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG), en el artículo “Madrecita Santa”, contenido en el libro Mitos mexicanos.
En México, hay 30 millones 475 mil mujeres en edad fértil, de las cuales 4 millones 754 mil tienen un hijo, 6 millones tienen dos, y 9 millones 81 mil tienen tres o más hijos. El número de madres en el país asciende a casi 20 millones, según la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (Enadid) 2009.
Las mujeres mexicanas de entre 45 y 49 años de edad tienen en promedio 3.3 hijos, de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2010.
Alicia forma parte de los 20 millones de mamás que hay en este país. Madre de dos hijos universitarios, ella pensó en ser mamá hasta que se casó. “Yo no lo tenía planeado, pero mi esposo sí quería tener un bebé. Y a los dos años de casada me embaracé”. Su segundo hijo fue planeado pero “no tanto por ser madre otra vez, sino por darle un hermanito a mi hijo”.
Para ella, ser madre ha sido “difícil”: “No sé como saqué adelante a mis hijos, me costó trabajo hacerlo debido a que soy una mujer con muchos miedos. Por mi inseguridad pensaba que no los podía educar”, relata.
“Tengo un esposo que cree que los hijos sólo son de la mamá y nosotras debemos cuidarlos, educarlos, amarlos. Siento que me hizo falta el apoyo”, comenta Alicia con nostalgia.
CONSTRUCCIÓN CULTURAL
La investigadora feminista Lorena Saletti, de la Universidad de Granada, España, dice en su obra “Propuestas teóricas feministas en relación al concepto de maternidad” que el amor maternal surge en el siglo XVIII como un concepto para obligar a las madres a garantizar la educación de sus hijos.
Explica que el instinto maternal es una construcción cultural y social que se caracteriza por el amor “espontáneo, inmutable e incondicional que surge en toda mujer hacia sus hijos, creando en las mujeres la obligación de ser ante todo madres”.
Lilia es de las mujeres que piensa que la maternidad es el paso “lógico” tras el matrimonio. Ella decidió embarazarse a los 33 años. Es madre trabajadora de una niña de ocho años y cuenta que “lo complicado ha sido encontrar a alguien de confianza que la cuide; hasta ahora me han ayudado mi cuñada y mi mamá”.
Para Marta Lamas, la maternidad es un trabajo ligado a la afectividad, un trabajo de amor por el que las mujeres reciben una “dosis más o menos elevada de gratificación psíquica y de poder en el campo interpersonal de la familia y la pareja”. La antropóloga considera que esta labor puede ser culposa cuando las madres no pueden cumplir con el “mandato social”.
Lilia ha sentido esa culpa: “Al principio me daba remordimiento dejar a mi niña con mis familiares, pero los hijos tienen que aprender que las cosas cuestan porque gracias a nuestro trabajo podemos darles lo que necesitan”.
Alejandra, otra madre trabajadora, comparte el mismo sentimiento: “A los tres meses de casada me embaracé, tenía 26 años, y aunque no lo tenía planeado dije ‘sí quiero tener un bebé’. Cuando trabajas es angustiante dejarlos en la guardería, sientes culpa que no se puede quitar”.
SUEÑOS PERDIDOS
Saletti recalca que las representaciones del amor materno como hecho instintivo que se supone se manifiesta desde la infancia de toda mujer, son socialmente construidas.
Regina, de 58 años de edad, tuvo su primer hijo a los 27 años de edad, aunque desde que era adolescente “decía que quería tener cuatro: dos niñas y dos niños, pero sólo tuve tres”. Para ella la maternidad ha sido “la experiencia más grande, la sensación de dar vida a otro ser no se puede explicar”.
A diferencia de Regina, Ana se embarazó a los 15 años de edad. “Estaba en mi primer año de prepa y una maestra me ayudó a tramitar el seguro facultativo para que pudiera dar a luz en el IMSS”, relata.
“No tenía planeado embarazarme, yo quería hacer muchas cosas, que se hicieron más difíciles y otras imposibles cuando nació mi bebé”. Ana aprobó la mayoría de sus materias pero se fue a trabajar de mesera en un restaurante.
“Siento que perdí muchas cosas. Cuando mis amigos estaban de fiesta yo tenía que quedarme a cuidar a mi hijo, lavar sus uniformes y ayudarle en sus tareas. Me hubiera gustado estudiar contaduría pero por falta de tiempo y dinero no lo pude hacer”, lamenta la joven.
Según la Enadid 2009, nueve de cada 100 mujeres de 15 a 19 años tenían al menos un hijo en ese año.
Marta Lamas advierte que hay en la figura materna una “mentalidad victimista” que se demuestra con “amor, servicio y sacrificio”. Abunda que esa valoración social de las madres facilita que las mujeres acepten vivir la maternidad de una manera abnegada.