Dime cómo te vistes y te diré quién eres y cómo debes ser tratada. El argumento es tan sencillo como insultante. Marcela Lagarde señala que “puta es un concepto genérico que designa a las mujeres definidas por el erotismo, en una cultura que lo ha construido como tabú para ellas”. Son las mujeres que hacen evidente este erotismo, no importa cómo: una minifalda (y cuidado con éstas, además de todo producen embarazos no deseados), un escote, medias de red, pantalones ajustados, un baile sensual, una copa con alcohol, los labios rojos, un cigarro en la boca, ombligo al aire, cabello suelto, maquillaje pronunciado, tacones altos. Felizmente, en esta clasificación, en realidad, entraríamos casi cualquier mujer. Lo mismo jerarcas católicos que funcionarios han llevado este estereotipo al extremo de la ofensa. Como medidas para disminuir la violencia y el acoso sexual contra las mujeres, se ha sugerido evitar la ropa provocadora y como muestra contundente de su argumento se muestran cifras de cómo en la época de calor los delitos sexuales aumentan. Cuanto menos tela, más susceptibles. El machismo impregna a la sociedad donde el cuerpo de las mujeres parece ser propiedad de todos. Los derechos sexuales de las mujeres son cotidianamente violentados bajo el argumento de “se lo buscaron”