jueves, 9 de diciembre de 2010

Hay pendientes en derechos de mujeres:CDHDF

Entre estos está que la cultura de los derechos de las mujeres permee las relaciones cotidianas, donde todavía tenemos muestras de machismo  
Ciudad de México | Martes 07 de diciembre de 2010 Notimex | El Universal11:20
El presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), Luis González Placencia, señaló que en la capital se registran crímenes contra mujeres, pero lo mismo ocurre en toda la República donde Ciudad Juárez no es el único ni el más grave de los casos.
En entrevista durante el Foro Alaíde Foppa a 30 años de su desaparición, el ombudsman capitalino destacó que los asesinatos de mujeres `son crímenes en los que hay un componente importante de indiferencia, de odio y un sentido de eliminación que puede ser simbólico pero que está ahí detrás`.
Agregó que todavía existe un déficit importante en el país en términos de crímenes contra mujeres, `sabemos el caso de Juárez, pero no es el único, ni el más grave tampoco, hay otros estados de la República donde hay muertes cotidianas de mujeres de manera tal que hay mucho que avanzar`.
En el Distrito Federal, expuso, `desde luego que los hay, los hay en toda la República, y aquí lo importante es que siempre que una mujer pierde la vida hay que pensar si esa circunstancia tiene que ver con una actitud que en el fondo tenga algún resabio de machismo`.
Explicó que hipotéticamente los asesinatos de mujeres ocurren en función de una actitud machista.
Es decir, no se trata de un homicidio común, de la pérdida de vida como pudiera ocurrir en cualquier otro caso, sino de manera muy clara como resultado de una actitud que pudiera tener una connotación machista.
En la capital, dijo González Placencia, en el tema de los derechos de las mujeres, `tenemos avances muy importantes en términos formales, hoy por hoy los derechos de las mujeres encuentran mucho mejores mecanismos de protección, sin embargo todavía tenemos pendientes importantes`.
Entre estos pendientes, indicó, está que la cultura de los derechos de las mujeres pueda permear a las relaciones cotidianas, donde todavía tenemos muestras muy importantes de machismo que se manifiestan en las actitudes cotidianas en las relaciones entre hombres y mujeres.
El machismo, refirió, también se manifiesta de manera muy clara en desigualdades en el ámbito laboral y en el ámbito familiar, `entonces pensamos que hay mucho que caminar en ese sentido`.
Las principales violaciones `tienen que ver con una actitud que todavía pone a las mujeres como sujetos inferiores, que no termina de aceptar que estamos hablando de seres humanos que son diferentes a los hombres pero que tienen los mismos derechos y que por lo tanto el acceso a sus derechos tiene que se totalmente garantizado en igualdad de circunstancias`, aseveró.

martes, 7 de diciembre de 2010

Campaña Regional por una Maternidad Libre y Voluntaria ;Testimonio


Delfina López, indígena Amuzga, promotora comunitaria

También las promotoras de salud enfrentan malos tratos en hospitales


Por Sandra Torres Pastrana, enviada

Ometepec, Gro. 6 dic 10 (CIMAC).- “Las mujeres con las que trabajo son muy pobres y casi no hablan español por esa razón yo les ayudo para que puedan ir al hospital y les puedan atender su embarazo”, relata Delfina López, indígena Amuzga, promotora comunitaria de salud de Kinal Antzetik en la comunidad Los Lirios, municipio de Xochistlahuaca, Guerrero,

“Delhi”, como la llaman sus compañeras de Kinal, dice que en su comunidad hay 12 mujeres embarazadas, que en su mayoría serán atendidas en el hospital y como 3 ó 4 mujeres irán con una partera.

Expresa que estas últimas mujeres le preocupan porque cree que las parteras de su comunidad no están capacitadas para dar atención. Recuerda que hace un año una señora tuvo su bebé en casa con partera, pero “la bebé nació enferma de la sangre y la partera solo le dijo que cortara hojas de limón y que la bañara”.

Como seguía mal, la señora llevó a su bebita al Centro de Salud, pero sólo le dieron su pase para el hospital de Ometepec, después fue a mi casa para pedirme la acompañara pero me di cuenta que su pase tenía como tres semanas que se lo habían dado, yo le dije, que porque no había ido rápido a Ometepec para que atendieran a su hija, pero me dijo que no tenía dinero.

Ese mismo día la acompañé al hospital, llegamos y atendieron a la niña, le pusieron suero, pero la niña se murió, el doctor nos explicó que necesitaba sangre y pudo haberse salvado si hubiera sido atendida a tiempo.

Al respecto reflexiona Delfi, yo no llevo pacientes al Centro de Salud de mi comunidad, pues no hay los materiales necesarios para que se atienda bien y menos a una mujer de parto, por esa razón la doctora de mi pueblo siempre nos manda hasta los hospitales de Xochistlahuaca o hasta Ometepec.

El problema no es que las manden a los hospitales por falta de los materiales necesarios para atender a los pacientes, sino como nos cuenta Delfina tienen que viajar 3 horas y media en carro, el costo del viaje especial o por la noche es de 700 pesos, que es muy caro para la gente que son muy pobres.

Aunque dice que hay forma de recuperar el dinero que se gasta cuando hay urgencia por llevar a una mujer embarazada al hospital, Delfina señala que hay que hacer gestiones con la jurisdicción de salud de Ometepec,  pero denuncia, “hablo, entrego documento, pero luego ellos no nos creen que tuvimos que pagar ese dinero, para llevar a una mujer al hospital”.

También tienen que enfrentar la mala atención, “cuando llegamos al hospital muchas veces el doctor solo checa a la mujer y casi siempre les dicen que se salgan y que caminen que todavía les falta y ya no las dejan entrar”.

“En el hospital, el personal de seguridad se porta grosero y nos regañan, eso sucede mucho más cuando las mujeres van solas, pues no saben hablar español y cuando yo las acompaño para poder hablar por ellas con el doctor, el personal no me deja entrar”.

Delfina expone el caso de Albertina Montealban, “se acercó a mi para que la ayudara a ir al hospital, ya que ella le dura su menstruación 15 días y moja toda la ropa, lamentablemente yo no tengo dinero para traerla al hospital porque el apoyo que se nos da es solo para mujeres embarazadas”.

Ella me dijo que me pagaba mi pasaje pero que la ayudara para que le hicieran un ultrasonido, yo hablé con la doctora del Centro de Salud en mi pueblo para que nos diera un pase para venir al hospital, logré que me entendiera y me lo dio.

En el hospital de Ometepec nos atendieron en urgencias pero el doctor nos dijo que ella no estaba grave que no la iban atender, que sacáramos cita con otro doctor, el cual ese día no iba a trabajar o ya se había ido, tuvimos que ir a un lado a otro para ver quién nos podía ayudar.

Después, una enfermera nos apuntó en una libreta y nos dio una cita dentro de un mes, me dio mucha tristeza porque la señora sólo gastó y no la atendió nadie en el hospital, ni siquiera le dieron medicamentos. Lo bueno fue que encontré a una persona conocida y me ayudó para que la atendiera el doctor, le dieron un papel para que se hiciera el ultrasonido.

“Fue gracias a mi conocida en el hospital, que le hicieron el ultrasonido y le mandaron medicamento, pero yo me pongo triste, porque todo ese tiempo que pasé pidiendo y pidiendo y me decían que no y que no, se siente feo”.

domingo, 5 de diciembre de 2010

No hay violencia más maquillada, más sutil y perversa que la enseñanza del miedo

Campaña por una Educación no sexista y antidiscriminatoria.
Contra todas las formas de violencia.
Internacional, Opinión,  Violencia de género, Madrid, Miércoles 1ro de diciembre de 2010.
por Gabriela Bernal Carrera AmecoPress..
No hay violencia más maquillada, más sutil y perversa que la enseñanza del miedo. Encubierto de seguridad, de protección, de cobijo, de certezas, el peor enemigo de nosotras las mujeres es el miedo. El miedo que atenta contra los sueños, contra las preguntas, contra el deseo. El miedo que socava cualquier posibilidad de autonomía. Hoy, no deben ser rechazados solamente los golpes en el cuerpo, las miradas abusivas o las palabras obscenas; hoy, debemos evidenciar las otras formas de violencia, y de entre ellas, como la peor de todas, la enseñanza del miedo. Miedo a salir sola, miedo a hablar en voz alta y en público, miedo a mostrar amor, miedo a la soledad. Miedo a mirar con la frente alta, un horizonte ancho, pero no ajeno. Miedo a descubrir el cuerpo, miedo a descubrir los otros cuerpos. Miedo a ir a otra ciudad, viajar sola y mirar otras formas de vivir. Miedo a lo que los demás van a pensar si nos descubren riendo a solas, conversando con un hombre que no es el novio o el marido. Miedo a no ser lo suficientemente buenas para un trabajo, o para establecer una relación que valga la pena ser vivida. ¿Cómo aprendimos a tener tanto miedo? ¿Cómo es que el miedo se ha vuelto nuestra segunda piel? Como si del vientre de nuestras madres hubiésemos llegado recubiertas de miedo y no con los ojos curiosos, los oídos atentos y la boca llena de sonidos. Aprendemos el miedo con el cuerpo. Con el cuerpo femenino que explora y es sancionado con buenas costumbres: las niñas no se trepan a los árboles, no salen a jugar a la calle. Aprendemos el miedo con el cuerpo que no cabe en las medidas ideales y que se quedará abandonado como prenda con falla a la espera de un comprador que no alcance a notar las deficiencias: las mujercitas tienen que estar bonitas, ¡¡en un mes tendremos a la princesita de Navidad de la escuela!! Pero también aprendemos el miedo con los cuentos de princesas que esperan encerradas e inútiles en un castillo/prisión, sin aventurarse jamás más allá de los límites; sin atreverse a explorar el bosque, porque serán devoradas por ogros, lobos y cuánto malvado ser cabe en la imaginación. Aprendemos el miedo con la trampa de la desolación, como si la soledad no fuese la primera y única condición para el verdadero encuentro con una misma y con los otros/as. ¡Cuánta violencia hay en cada amenaza! No hay ejercicio más brutal de la violencia que la amenaza, porque está destinada a minar la confianza en nosotras en los y las otras. El dolor del golpe pasará, la herida sanará, pero el miedo, la amenaza se adentran en el cuerpo, en el corazón, en la cabeza con el solo objetivo de paralizarnos. Como si estuviéramos totalmente indefensas. Como si no pudiéramos cambiar el rumbo de las cosas. Como si la única forma de estar seguras fueran la obediencia y la casa. Como si no nos hubieran parido para la aventura. Como si no pudiéramos sacar las uñas para defendernos. Como si no pudiésemos levantarnos tras la caída. No hay violencia más encubierta que cortarnos las alas, a cuenta de una falsa seguridad que nos priva del más elemental derecho al gozo de descubrir y descubrirnos, como sujetas de este mundo ancho y tan propio.