“Creer que no existen o que son poco frecuentes”
Los abusos sexuales son mucho más frecuentes de lo que se piensa. Una de cada 4 niñas y uno de cada 6 u 8 niños ha sido abusado sexualmente.
“Sólo lo sufren las niñas”
Si bien sigue siendo el sector que sufre el mayor porcentaje de abusos, cada vez son más frecuentes los abusos en los niños.
“El agresor es así porque sufrió de abuso sexual en su infancia”
Si esta afirmación fuera verdad, se esperaría que las mujeres abusarían más sexualmente, toda vez que son ellas las que con mayor frecuencia son víctimas del abuso. Sin embargo, los estudios nos indican que es un asunto principalmente de varones.
“Si sucede en la propia familia se notará de inmediato”
No siempre sucede así. En la mayoría de las ocasiones el abuso puede ocurrir en la familia de manera “silenciosa”. Incluso el abusador suele no despertar ningún tipo de sospecha y mantener amenazada a la víctima para que no lo denuncie.
“Si sucede en la familia, es producto de un desequilibrio mental”
Si se cree que los abusos se originan porque una persona de la familia lo cometió a partir de un “desequilibrio mental”, se corre el riesgo de absolver al agresor de la responsabilidad de sus actos abusivos al considerarlo enfermo mental.
“Solo se dan en condiciones asociadas a la pobreza”
El abuso sexual ocurre en todas las clases socioeconómicas. En las ciudades se observa el mayor número de casos registrados, ya que en el campo la cultura del silencio está más arraigada y la cultura de la denuncia es prácticamente inexistente.
“Los niños(as) no dicen la verdad”
Este es un obstáculo frecuente. Tiene su origen en que se piensa que los niños y niñas son fantasiosos en todo tipo de experiencias. Sin embargo, si nos basamos en el Interés superior del niño(a), en el artículo 12 de la Convención dice: “Los Estados asegurarán a la niña y niño que sean capaces de formar sus propios puntos de vista, el derecho a expresarlos en libertad en todos los asuntos que les afecten, dándoseles la debida importancia de acuerdo a su edad y madurez”. Es necesario siempre tomar en cuenta seriamente cuando un niño o niña reportan maltrato.
“El agresor es totalmente desconocido”
No necesariamente. El agresor puede ser en muchas ocasiones miembro de la propia familia, como el padre, abuelo o tío cercano, etc.
“Los abusos sexuales se realizan con violencia física”
En realidad los abusos sexuales rara vez se realizan con violencia física. Generalmente hay un juego de afecto y valoración con la víctima.
“Los efectos no son traumáticos”
Estudios recientes afirman que los efectos varían dependiendo de diversos factores como son: la edad del agresor y la víctima, duración de la agresión, frecuencia, tipo de relación con el agresor, reacción de la familia y del entorno social, etc.
Entre los efectos a corto plazo están: miedo, desconfianza, hostilidad, culpa, angustia, problemas de sueño y/o comida, problemas escolares. También se han encontrado casos de enuresis (incontinencia urinaria), cambios de carácter drásticos, y comerse las uñas compulsivamente.
Entre los efectos a largo plazo se encuentran: depresión, ansiedad, menor control del medio social, miedo al sexo, baja autoestima, desconfianza, agresividad, entre otras.
“Sólo sucede una vez”
Se ha comprobado en algunas investigaciones que la posibilidad de repetición de los abusos sexuales aumenta considerablemente en la medida que permanecen las condiciones familiares, sociales y personales que dieron origen a tal hecho, por lo que en la mayoría de los casos tiende a repetirse.
“Es un asunto privado y no debe denunciarse”
Con frecuencia se considera todo lo relacionado con la sexualidad como un asunto privado y se cree que para denunciar se debe tener el consentimiento de la familia y de la víctima. La denuncia es un paso importante en el restablecimiento del respeto hacia las niñas y niños. De hecho, es un deber y una obligación denunciar a un abusador y buscar formas que permitan cambiar el entorno de la víctima para evitar repeticiones
Fuente: http://www.savethechildren